La última historia de la trilogía sobre la evolución del mundo del trabajo es sobre mi hija y mi hijo. Será una historia corta porque sólo tienen 13 años, así que intentaré hacer un ejercicio de imaginación.

Mis hijos nacieron en Barcelona. Van a una escuela donde hay niños blancos, asiáticos, musulmanes, latinoamericanos… que hablan catalán, castellano, chino, árabe… Niños con los que deberán competir en su futuro laboral.

La primera vez que cogieron un avión tenían 8 años y la primera que salieron del país, 9. Júlia toca el piano y Martí el violín. Hablan y entienden perfectamente el inglés y apenas hace 1 año empezaron con el francés.

Su mundo es un mundo lleno de tecnologías exponenciales que crecen a un ritmo que aumenta cada vez más rápidamente. Esto quiere decir que, en el 2050, cuando tengan unos 40 años, sus ordenadores tendrán una capacidad de procesamiento equivalente a todos los cerebros de la Humanidad. Pero nuestras competencias se desarrollan de forma lineal, por lo que se está produciendo una brecha significativa entre el crecimiento de las tecnologías y el crecimiento de nuestro nivel competencial.

En un mundo robotizado, las habilidades humanas serán como las juntas tóricas del Nobel de Economía de 2019, Michel Kremer. Para los que no conozcáis su teoría, os la explico a continuación:

En 1986, el transbordador espacial Challenger explotó y se estrelló contra la Tierra en menos de 2 minutos después de despegar. La causa de este accidente resultó ser una junta tórica de caucho de bajo coste en el cohete, que se había congelado la noche anterior. Esta sencilla junta tórica de caucho marcó la diferencia entre el éxito de la misión y la calamitosa muerte de los 7 astronautas. Una pequeña junta tenía mucho valor en aquella misión. Nuestras habilidades humanas son como esa junta tórica: cuantos más robots haya, más valor tendrán las habilidades humanas.

Hoy, los expertos y pronosticadores son reacios a predecir cualquier cosa más allá de los 400 días. Sabemos que habrá más epidemias en el futuro, pero no sabemos dónde ni cuándo ni cuál. No podemos planificar nada, pero sí podemos prepararnos. Se están desarrollando múltiples vacunas para múltiples enfermedades, sabiendo que no podemos predecir qué vacunas funcionarán y qué enfermedades aparecerán. Algunas de estas vacunas nunca se utilizarán. Esto es ineficiente, pero es muy potente porque ofrece más opciones y no nos hace depender de una sola solución.

Imaginación, experimentación, creatividad, valentía… Estas habilidades son fuentes tremendas de fortaleza en una época impredecible. No son eficientes, es verdad, pero nos dan una capacidad ilimitada para la adaptación al nuevo entorno y la invención de cosas nuevas. Y cuanto menos sepamos sobre el futuro, más necesitaremos estas habilidades humanas

También será necesario dominar la habilidad de aprender a aprender, es decir, saber dónde, cuándo y cómo aplicar el conocimiento y las habilidades aprendidas en diferentes contextos porque, en palabras del propio futurólogo norteamericano, Alvin Tofflerel analfabeto del siglo XXI será aquél que no haya aprendido a aprender. A partir de ahora ya no nos preguntarán qué sabemos hacer, sino qué sabemos hacer con lo que sabemos (…)

Esta historia está inacabada. No sé cómo acabará la historia de Júlia i Martí, la historia de muchas de las personas que me estáis leyendo. Lo que sí sé es que los expertos dicen que en el 2022 se habrán creado 133 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. También es verdad que 75 millones estarán en riesgo de desaparecer, pero si hacemos la resta, nos salen 58 millones de nuevas oportunidades.

Si conseguís la intersección entre lo que sabéis hacer, lo que pide el mercado y lo que os apasiona, una de estas oportunidades seguro que será vuestra.

FIN

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