Hoy me gustaría hablarte de aquello que marca la diferencia entre la innovación humanocentrista y la innovación social. Pero antes, empecemos por el principio.

El humanismo: de una corriente filosófica a una estrategia empresarial

El humanismo fue una corriente de pensamiento que nació a finales del siglo XIV y principios del XV y que nació como revulsivo al oscurantismo de la edad media. Los humanistas volvieron a poner en alza el valor del ser humano y lo pusieron en el centro de todas las cosas. Esta corriente intelectual que dominó en Europa, incluso durante todo el siglo XVI, y que se expandió gracias también a la aparición de la imprenta, volvió a poner en valor la filosofía, la ciencia, el arte y, en definitiva, la capacidad del ser humano para crear y transformar.

En nuestro mundo de hoy, son muchas las organizaciones que, inspiradas en aquel humanismo filosófico, han hecho del humanocentrismo una estrategia empresarial. Todas las personas que lideran organizaciones que quieren avanzar gracias al impulso de las personas, han encontrado en esta perspectiva una nueva manera de abordar los desafíos actuales. Trabajadores y trabajadoras, clientela, proveedores, personas socias, inversores… son algunos de los muchos grupos de personas que las organizaciones deciden poner en el centro cuando quieren verdaderamente acertar, transformarse y crecer. Cabe decir que este engranaje no es precisamente sencillo de liderar, ya que conseguir que todas estas partes sientan que se las considera, y que se atiende a sus intereses y a sus necesidades, es todo un arte.

Lo cierto es que una derivada de poner a las personas en el centro es la innovación. La verdadera mirada humanocentrista conduce a las organizaciones a dejar de gestionar y ejecutar procesos en bucle para empezar a diseñar experiencias humanas. Y cuando te adentras en analizar los comportamientos, las inquietudes y las necesidades de las personas, se te abren un sinfín de oportunidades para innovar y para hacer una multitud de cosas para estas.

Las organizaciones con ADN social

En estos últimos tiempos, he tenido la suerte de poder visitar algunas organizaciones con ADN social. Por un lado, estuvimos hace unos días en la Associació Alba, compartiendo con las personas más innovadoras de las diferentes organizaciones que conforman esta relevante entidad que está ubicada en las Terres de Lleida. El Grup Alba tiene como objetivo ofrecer una atención integral a todas aquellas personas con discapacidad o que están en riesgo de exclusión social, con la finalidad de conseguir su máximo desarrollo humano e inclusión dentro de la sociedad.

Por otro lado, también estuvimos hace pocos meses conociendo de primera mano un proyecto contra la soledad de las personas mayores que el equipo de Suara Cooperativa lleva ya un tiempo desarrollando, testeando y pivotando para dar en el clavo con una solución exponencial ante uno de los retos más críticos de nuestra sociedad de kilómetro cero.

Y finalmente, fue un lujazo arrancar esta semana visitando la Casa Batlló de la mano de José Segundo, el director general de la empresa social SPECIALISTERNE ESPAÑA. Esta organización genera oportunidades laborales para un colectivo con un 80% de paro: las personas diagnosticadas de trastorno del espectro autista. Si has tenido la suerte de visitar la Casa Batlló en los últimos dos años, ya habrás podido vivir la experiencia de ser atendido por personas que tienen pasión por los detalles.

Las personas con ADN social

Las personas que forman parte de estas organizaciones, como el Grup Alba, Suara Cooperativa o Specialisterne, son habitualmente trabajadores y trabajadoras altamente comprometidos con el propósito de la organización para la cual trabajan. Suelen ser personas con una alta consciencia de quienes son y cuáles son sus valores personales, y si se han sumado a la organización para la cual trabajan es porque han encontrado en ella la horma de su zapato. La organización es el vehículo perfecto donde hacer realidad ese mundo que ellas y ellos ansían.

A todas ellas les brillan los ojos cuando te explican a qué se dedican. Pero más allá de ese brilli brilli, lo que está claro es que los equipos que trabajan en estas organizaciones sociales tienen en su ADN el humanocentrismo. Así pues, cuando como organización (social) llevan a cabo un proceso de innovación (social) siempre lo hace con mirada humanocentrista. Como sabes, bajo el paraguas de la innovación social cabe desde la creación de nuevas políticas, procesos, productos, servicios… como incluso la creación de modelos de negocio, que buscan generar siempre un impacto positivo en la sociedad y en el medio ambiente.

Lo que marca la diferencia

¿Qué diferencia hay entonces entre una organización que innova con perspectiva humanocentrista y una que hace innovación social? Para mí la gran diferencia está en algo de orden superior a todos estos conceptos que hemos ido describiendo a lo largo de este artículo: EL PROPÓSITO. La innovación con propósito social se pone al servicio de la sociedad para abordar y resolver problemas sociales y medioambientales críticos. Claro que la innovación humanocentrista, por definición, ya va más allá de una pura maximización de los beneficios empresariales, pero, si realmente el propósito que mueve a tu organización no es social, tu innovación podrá será humanocentrista, sí, pero nunca será una innovación social.

Me quedo aquí, pero no sin antes compartir contigo que después de escribir este artículo se me ocurren todavía muchas preguntas para explorar, reflexionar y compartir. Me gustaría saber, por ejemplo, qué modelos empresariales nos depara el futuro. En una sociedad donde se supone que estamos caminando para cumplir la agenda 2030 que nos marcan los ODS, ¿no deberíamos estar ya promoviendo culturas empresariales que valoren tanto la rentabilidad como el verdadero impacto social y ambiental? Y si así fuese, ¿qué retos tenemos por delante como tejido empresarial para conseguir este gran desafío y cambio de modelo?

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