El día de los enamorados ya pasó pero es que todas y todos sabemos que demostrar AMOR realmente no va de un día. Y es justo de esto de lo que hoy quería hablarte.

No sé si habrás visto la película francesa L’Ascension que fue dirigida por Ludovic Bernard en el 2017. Es una adaptación de la historia real de Nadir Dendoune, Samy en la película, un chico de los alrededores de París que alcanzó la cima del Everest el 25 de mayo de 2008 sin ninguna preparación previa en montañismo. Nadir se convirtió entonces en el primer franco-argelino que llegó al techo del mundo!

Cuenta la película que Samy es un chico desempleado como muchos de sus amigos. Aunque a él le mueve algo más: el amor por Nadia, de la que está enamorado desde el colegio pero a la que no consigue convencer de su amor verdadero. Así que para impresionarla y demostrarle que lo haría todo por ella, decide emprender un reto de los de verdad: ¡Llegar a la cima del Everest! Samy está convencido de querer escalar los 8.848 metros a pesar de que cuenta con muy poco entrenamiento y preparación. Decidido pues, se pone a buscar fondos y se embarca a una verdadera aventura.

Aunque la demostración de amor de Samy a Nadia es maravillosa, realmente de lo que quiero hablarte es de la historia de amor y de equipo que sucede entre Samy y su sherpa Jonny, que lo acompaña durante el ascenso.

Cuando das recibes como mínimo lo mismo de vuelta

En primer lugar, me gustaría hablarte del amor y el cariño que pone Jonny en su labor al servicio de su cliente desde el primer momento. Jonny, como todos los sherpas, cuenta con una genética extraordinaria que le permite utilizar el oxígeno de una manera más eficiente que las personas que vivimos en sitios a nivel del mar. Además cuenta con la sabiduría incalculable de conocer la montaña, de conocer el terreno.

Pero justamente no es aquí donde quiero poner el acento. Ni en sus capacidades ni en su sabiduría. Me gustaría hablarte de la sonrisa que Jonny le regala a Sammy en el  momento de conocerse. De su respeto. De la distancia justa que mantiene siempre para ayudar en el momento preciso. De cómo acoge y acompaña a Samy con amor desde el primer momento. De cómo lo quiere sin «peros»,  tal como es, con sus particularidades y sus dificultades. Jonny hace todo para que Samy consiga su sueño.

En un momento de la historia, por ejemplo, Samy choca con algo que le supera. No sabe escalar una pared de hielo y eso es imprescindible para poder seguir adelante. Es asombroso como el sherpa ayuda a Samy una noche entera, sin cesar en el empeño y sobretodo sin dejar de confiar en las posibilidades de su cliente.

Lo bonito es que Samy no es el único que recibe en toda esta historia de amor, porque cuando das siempre recibes como mínimo lo mismo de vuelta. Ese sherpa, todo un prodigio en la montaña, resulta que no sabe leer. Así que Samy cada noche se sienta y le lee un libro a Johny. Eso sí que es un verdadero trabajo en equipo, un verdadero intercambio desde los talentos de cada uno al servicio del otro.

¿Cómo se quiere en una organización?

En las organizaciones nos olvidamos muchas veces que las personas somos un todo con nuestros talentos, nuestras limitaciones y nuestras circunstancias. Nos olvidamos que no podemos acoger y alabar únicamente a una parte de una persona y en cambio desechar u obviar la otra. Demasiadas veces nos despistamos. Y demasiadas veces, además, nos olvidamos que la razón y la emoción son indivisibles en el ser humano. Que la emoción mueve a la acción. Y que una persona que siente cariño no hará más que devolverlo. Y que si queremos avanzar juntos, vencer el miedo a escalar la pared de hielo que a priori parece imposible y llegar a nuestra cima del Everest… no hay más receta que cada uno de nosotros pongamos nuestros talentos al servicio del equipo y que además queramos a nuestros colegas, a nuestros equipos y a nuestros clientes.

Pero ¿Y cómo se quiere en una organización? No tengo la barita mágica, pero estoy segura que el verdadero amor está en las cosas pequeñas, en lo cercano, en los pequeños gestos, en una palabra de reconocimiento, en una sonrisa, en una pregunta, en una consideración, en un gracias y, porqué no, en un abrazo.

Ah, y si no conoces a Ahmed Sylla, el actor que interpreta a Samy, no dejes de seguirlo. ¡Está lleno de talento!

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