Cuando tenía 13 años, en mis primeras clases de castellano en mi nuevo colegio, en un nuevo país, mi profesora solía saltarme cada vez que llegaba mi turno durante las lecturas en voz alta. La razón no era mi incapacidad de leer, sino mi acento venezolano, que según ella significaba que ‘no sabía hablar’ correctamente el castellano. Ella lo hacía explícito delante del resto de alumnas. Esta experiencia de exclusión por una característica tan personal como mi forma de hablar me marcó profundamente, enseñándome lo doloroso que puede ser sentirse rechazado por ser diferente. Esta situación me enseñó también que, tal vez, debería modificar mi acento.

Es un hecho que vuelve muchas veces a mi memoria. Y hace unos días volvió de nuevo cuando, en un foro público, escuché un discurso en contra de la diversidad cultural en nuestras empresas, organizaciones e instituciones. Todo ello enmascarado con un tono simpático y complaciente. En ese momento, no fui capaz de responder, pero por suerte tengo otras maneras de hacer llegar mi mensaje.

La importancia de la diversidad cultural en el entorno laboral

Así pues, hoy, motivada por estas experiencias, me gustaría enfocarme en la importancia de abordar y valorar positivamente la diversidad cultural en el corazón de nuestras empresas, organizaciones e instituciones. Es vital reconocer que, aunque la gestión de la diversidad presenta desafíos, crea también entornos más ricos y dinámicos donde el talento y el valor de cada persona se pueden desarrollar y apreciar libremente. Ahora bien, no quiero quedarme tal solo aquí. ¡Quiero ir incluso un paso más allá!

Los peligros de los discursos conciliadores

Los discursos pausados y conciliadores, caracterizados por su racionalidad, suelen presentarse de manera clara y estructurada, con afirmaciones medidas. Esta manera de comunicar favorece al emisor haciéndole ganar la confianza de la audiencia. Ahora bien, considero que existen cuestiones donde los discursos conciliadores resultan inapropiados. 

“Hay cuestiones donde los discursos conciliadores resultan inapropiados.”

En temas como los derechos de las personas y la justicia social, es esencial posicionarse de forma explícita. Desde mi punto de vista, un discurso que se aleja de un posicionamiento claro y permite matices puede acabar siendo más perjudicial que uno abiertamente extremista. Y es que menos personas se unen a causas extremistas de manera pública, pero son muchas las que optan por mantenerse en una zona ambigua que evita el compromiso público. 

El coste de ignorar la diversidad

Tengamos cuidado con los discursos pausados contra la diversidad. Una cosa es vivir y sobrevivir con niveles bajos de diversidad y otra muy distinta es pensar y defender que eso tam-po-co-es-tan-ma-lo. Desde mi punto de vista, este tipo de discursos pueden estar alimentando brechas difíciles de salvar. Alimentar la idea de que la diversidad cuesta y que por lo tanto ya estamos bien como estamos, tiene un trasfondo dañino y complaciente que nunca nos ayudará a avanzar como sociedad. Y es que en un mundo donde la concordia cada vez se paga más cara, necesitamos justamente todo lo contrario. 

Desafíos y oportunidades en la gestión de la diversidad

Claro que gestionar la diversidad cultural, o de cualquier tipo, es un esfuerzo. Porque no sabemos. Porque la curva de aprendizaje que tenemos por delante es larga. Este proceso comienza primero con la deconstrucción de creencias arraigadas, continúa con el reconocimiento del talento y valor de las personas más allá de los estereotipos, y finalmente, culmina en la generación de nuevas dinámicas de relación que fomenten la colaboración y construcción conjunta. Por lo tanto, nadie dice que sea fácil, pero desde luego, crear en nuestras empresas burbujas de uniformidad, de ninguna manera debería ser la opción para hacer nuestro día a día más llevadero. 

“Crear en nuestras empresas burbujas de uniformidad, de ninguna manera debería ser la opción para hacer nuestro día a día más llevadero.” 

El rol de las organizaciones en la Educación para la Convivencia

En este punto, sería sencillo listar todos los beneficios y retornos en innovación que la diversidad cognitiva aporta en el seno de nuestros entornos laborales. Pero doy por hecho que estos están claros y lo que me gustaría es ir un poco más allá. Asumamos que nuestras organizaciones son mini sociedades donde las personas vivimos y convivimos. Y entendamos que si aprendemos a convivir diverso en el seno de estas mini-sociedades, estaremos siendo una escuela de convivencia y, por lo tanto, estaremos aportando a un futuro más armónico y en paz. 

Qué distinto sería el mundo si las personas tuviésemos la oportunidad de vivir diverso desde una edad temprana. ¿No lo consideran así ustedes? E imaginen, por un momento, qué diferente sería el mundo si tuviésemos la oportunidad de experimentar y aprender la diversidad en nuestros entornos laborales.

Más allá de la complacencia

Podemos continuar en la complacencia de que no es necesario cambiar, e incluso, aferrarnos a estudios antiguos en los que el sesgo de confirmación nos ofrece una falsa tranquilidad. Pero seamos valientes. Demos un paso adelante. Seamos motor del cambio. Aprendamos a regirnos por el talento y el valor que cada persona puede aportar. Y movámonos por un propósito más elevado, que trasciende el propósito de cada una de nuestras organizaciones. En tiempos de un mundo en guerra, comprometámonos a aportar a la convivencia entre diversas culturas. Si lo hacemos, si lideramos la diversidad en el seno de nuestras organizaciones, estaremos sumando a esa utopía llamada paz mundial.

En este lado del mundo donde vivimos en paz, debemos ser referentes en crear espacios donde las personas aprendamos a apreciarnos, a conocernos y a qué la solución nunca sea que las personas diferentes se asimilen a lo estándar, sino más bien que las personas diferentes puedan desarrollar su talento de forma libre y aportar para juntos crear nuevos futuros.

Llámenme idealista, pero nací de la diversidad. La diversidad está en mi esencia y en la de mi familia. Defender cualquier otra postura sería impostar un discurso que sobrellevarlo sería difícil y pesado. Ya lo hice durante años, pero ya no quiero hacerlo más. 

“La paz no es calma, es acción.”
Del libro Educació per a una cultura de la pau, de Marta Burguet y David Bueno.

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