En un mundo acelerado, la Amabilidad reclama su lugar en el corazón de nuestras interacciones. En este artículo, os invito a explorar, junto a mí, el papel crucial de la amabilidad en la construcción de una sociedad más humana y conectada. A través de mis experiencias y reflexiones personales y de modelos de la psicología, desentrañaremos cómo la amabilidad, lejos de ser un simple «nice to have», se consagra como un «must» en nuestras vidas. Prepárate para redescubrir la amabilidad, no como una opción, sino como un imperativo en nuestro día a día, en nuestros trabajos, en nuestras aulas, y en cada una de las interacciones humanas que tenemos.
🔛 En una de nuestras recientes investigaciones cualitativas para una organización, en medio de un focus group, mientras las personas trabajaban orientadas a construir algo juntas con el sinfín de fotos y materiales de colores que siempre llevamos, una de ellas se giró a nosotras para hacernos una pregunta: ¿Qué se estudia para ser tan amables como vosotras?
La capacidad de ser amable en el contexto actual
Nunca nadie me había preguntado algo así. Lo cierto es que esta situación me ha hecho reflexionar mucho estos días. Y no solo por esta pregunta, sino porque últimamente siento que la amabilidad es un activo a la baja en nuestros entornos habituales: nuestros lugares de trabajo, nuestras aulas, nuestros campos de deporte, nuestras zonas de ocio, … Hoy me pregunto si la ‘capacidad de ser amable’, algo profundamente humano, se ha convertido en algo deseable pero no esperado en nuestro día a día. Vivimos en un mundo donde gran parte de nuestras interacciones cotidianas han pasado a ser a través de medios digitales y con un escaso componente humano. Un mundo donde hace cuatro años una pandemia global provocó un distanciamiento social forzado que duró lo suficiente para cambiar ciertos hábitos de relación entre las personas. E incluso un mundo donde los conflictos, crisis, injusticias y emergencias de hoy día han mermado nuestro optimismo y paciencia, quizás esté en sus momentos más bajos.
La amabilidad dentro de las ‘Big five’
Si nos vamos a la psicología de la personalidad, uno de los modelos de personalidad más sólidos en el que nos podemos apoyar es el ‘Big five’. Un modelo biologicista que explorar las tendencias naturales de la personalidad, articulándose alrededor de 5 factores principales:
- La apertura a la experiencia (Openness to Experience): Desde la persona más inventiva a la más conservadora.
- La responsabilidad (Conscientiousness): Desde la persona más eficiente y organizada a la más despreocupada.
- La extraversión (Extraversion): Desde la persona más extrovertida y enérgica a la más solitaria y reservada.
- El neuroticismo (Neuroticism): Desde las personas más sensibles y nerviosas, hasta las más estables emocionalmente.
- Y finalmente, está la AMABILIDAD (Agreeableness): Desde las personas más amistosas y colaborativas, a aquellas más críticas.
Este modelo de personalidad propone que la amabilidad no debe ser vista simplemente como un añadido a las características personales o profesionales más destacadas, sino como una de las cinco dimensiones fundamentales que utiliza para analizar nuestra personalidad. El modelo describe la tendencia innata de una persona a ser amable. Las personas que puntúan alto en esta dimensión son aquellas que valoran llevarse bien con los demás, que suelen ser consideradas, generosas, confiadas, confiables (que no es lo mismo) y dispuestas a alinear sus intereses con los demás. En cambio, las personas que puntúan bajo en esta dimensión tienen tendencia a anteponer su interés propio al hecho de llevarse bien con los demás.
La amabilidad en todas las profesiones
Volviendo a la pregunta del inicio de mi artículo, cabe decir que, aunque algunas profesiones pueden parecer más alineadas naturalmente con ciertas características de personalidad, la realidad es que las personas con altos niveles de amabilidad tienen éxito en una amplia gama de terrenos profesionales, incluidos aquellos que muy competitivos o menos centrados en la interacción interpersonal directa. Esto se debe a que la amabilidad se manifiesta también en la capacidad de trabajar bien en equipo, en la capacidad de liderar, en la disposición a apoyar nuestros colegas, y en la habilidad para construir y mantener relaciones profesionales positivas. Todas ellas cualidades valiosas en cualquier entorno laboral.
La necesitamos, la practicamos y la debemos exigir
Me gustaría acabar diciendo que toda esta reflexión no se puede quedar aquí. ¡Qué bonito todo y ya está! Creo verdaderamente que cada persona debemos avanzar con acciones concretas para hacer de nuestros entornos, lugares donde la amabilidad forme parte de las normas del juego. Que tengamos entornos seguros y amables para las personas, depende únicamente de nosotras. Personalmente, por ejemplo, he incorporado la norma de la amabilidad y el respeto en mis clases de la Universitat de Barcelona. Hace unas semanas, hicimos un pacto con mis alumnas sobre cómo trabajaríamos el resto del semestre. Propuse unas normas, las comentamos y finalmente pactamos trabajar a partir de ahora de este modo. La amabilidad fue una de las normas mejor acogidas, con intervenciones explícitas como “qué bien, necesitamos poder intervenir en un entorno seguro, donde sepamos que los demás no nos juzgarán”. ¡Qué gran descubrimiento para mí!
Por cierto, entre las nuevas normas, también estaba nuestro compromiso con “dar el máximo”. Y es que la amabilidad no está reñida con la exigencia. ¡Ni mucho menos! Pero sobre “dar el máximo”, ya escribiré otro día 🙂
La amabilidad es un “must’.